viernes, 29 de junio de 2012

amnesia

A veces se me olvida el camino que he recorrido para llegar hasta aquí. Se me escapan de la memoria todas las decisiones, las opciones tomadas y, especialmente, la fortaleza que me ha permitido ser quien soy. A menudo me siento hecha pedazos, incapaz, vacía y sola. No recuerdo en esos momentos todo el dolor ya superado. Crecer nunca fue fácil para mi. Mi infancia fue un paraiso de soledad, de encierro en mi propio mundo. Estaba sola, pero me sentía al amparo de mis muros de libros y palabras, las paredes que a mi alrededor construí para alejarme de las burlas, que tanto me herían. Me aislaba. Y me sentía feliz. Adoraba a mi padre, un hombre sabio, fuerte, protector, pero también frío, serio, distante. Idolatraba a mi hermano, tan mayor, tan libre, siempre cariñoso y cercano, padre-amigo-hermano a un tiempo, consejero y compañero de juegos, aunque a veces cruel en sus críticas, duro con mi personalidad. Me moría por mi madre, tan buena, tan sacrificada, tan cuidadosa y entregada, aunque siempre a la sombra de la fortaleza del padre, siempre débil a su lado. Lo peor fue ver quebrarse mi universo egocéntrico. Salí al mundo y sentí pavor, incomprensión, rechazo. No está hecho el mundo para los sensibles, para los diferentes, para los refugiados ni los exiliados en mundos unicelulares. Y creí que el mundo a mi alrededor era mejor que yo. Y me adapté al medio. Me dejé llevar y fui lo que los demás esperaban que fuese: una chica normal. Jamás lo conseguí. La normalidad de la mayoría gobernante no figura en mis genes. Me empeñé en encajar en un puzle sin hueco para mis piezas. Fui vagabunda de un lugar a otro, de una rutina a otra; me paseé por distintos paisajes sin encontrar mi lugar en el cuadro. Y mi frustración, mi desesperación, mi soledad me hicieron envolverme en alcohol, en relaciones abocadas al fracaso antes de ver la luz, en la hipersexualidad absurda del que busca en otras pieles el calor que no encuentra ni dentro de su propio pellejo. Me perdí. Quise morir. Quise volatilizarme, desaparecer, ser aire, polvo, agua... Pero salí de allí. De la oscuridad. De la noche eterna. Cogí mis maletas y me marché en busca de mi propia Ítaca. Y me liberé de miles de cadenas, y me lamí las heridas, y asumí las cicatrices que el pasado me dejaba. Pero salí. Encontré nuevos mundos donde ser yo. Conocí personas a las que querer y admirar, a las que respetar y mimar, y que me hicieron sentir querida, admirada, respetada y mimada. Pero la vida divide y separa los caminos de todos... Había, sin embargo, perdido la fe en el amor. Hasta que él apareció. Lo supe desde el momento en que le vi: mi vida estaría ya ligada para siempre a su pelo azabache, a su mirada triste, a su existencia. Seguir a su lado supuso un ejercicio de fe en mí, en él, en NOSOTROS. Pero sigo sin dejar de creer. Aunque hemos pasado por momentos terribles, por la enfermedad y la muerte, por la precariedad económica, por el miedo y la tristeza, NOSOTROS seguimos aquí. No concibo mi vida sin él. Pero el esfuerzo fue terrible. Quedé exhausta, desgarrada. Y una progresiva amnesia se fue instalando, sigilosa y voraz, en mi alma. Jamás perdí, ni por un instante, la fe en NOSOTROS, pero sí se fue agotando la fe en mí. Ahora baso mi fortaleza en él, en ese ser doble que hemos formado, pero me siento como si la libélula hubiese dejado de sentir sus alas. Él me dice que vuele, libre, alto, como antes, como siempre, y yo no recuerdo cómo se hace. Me siento sola, cada vez más insegura, devorada por miedos que crecen bajo la cama, en los rincones, por las esquinas, tras las paredes... Echo de menos tener cerca a las personas que me hacían sentir especial, querida, respetada... que viven sus vidas ajenas a mi dolor, a mi parálisis vital. Como nunca antes, siento vergüenza de mi debilidad. ¿Cómo he podido olvidar mi nombre? ¿Por qué ya no recuerdo quién soy? ¿Cómo se recupera la memoria perdida? ¿Cómo se pide ayuda?

1 comentario:

  1. Mi querida libélula: no sabes lo mucho que te entiendo. Sé que los momentos que vives son difíciles. Creo que tienes que estar muy orgullosa de cómo eres. Las personas que hemos sufrido en la infancia las burlas y abusos de otros niños somos distintos. Pero yo creo, después de analizar hasta la saciedad mi situación actual y la de los que me acosaban (a algunos de ellos los sigo viendo más cerca de lo que me gustaría y no deben de ser muy conscientes de daño que me hicieron o si sí lo son tienen muy poca vergüenza porque intentan saludarme como sino pasase nada ) veo la diferencia y les saludo porque veo en primer lugar no a personas normales, no, veo a personas vulgares y por otro lado nosotros somos quienes somos en parte por ellos. Las inquietudes de las personas que huyen de la realidad son muy distintas a lo que se une esa especie de afán de superación intentando compensar todo aquello que supuestamente no teníamos.
    En cuanto a la anulación de ti misma...ayer me decía mi mijer amigo que, no piense en anulación o pérdida de personalidad, que debería de buscarme a mí misma, cierto, pero que no buscase a aquella que fui porque, inevitablemente está, pero evolucionada...No puedo ser la misma de antes de conocer a Don T porque no lo soy. Eso mismo lo hablaba yo ayer a las 12 de la noche con él.
    Hemos tenido la suerte (porque es una suerte) de dar con dos hombres carismáticos que no destacan sobre nosotras pero sí influyen en nuestras vidas y también lo hacen en las vidas de los que nos rodean. De todos modos créeme cuando te digo que tu personalidad hacia nosotros está muy bien definida, sois un NOSOTROS pero también soys EL y TÚ.

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